sábado, 19 de octubre de 2013

El otro fraude fiscal

Hoy no voy a escribir de historia, de literatura ni de Semana Santa ni de religión, sino de algo mucho más prosaico: de impuestos. Y es que la cosa tiene su poquito de tela marinera. Verán.

Como todo el mundo sabe, en los años del boom inmobiliario la gente pedía hipotecas, y los bancos las daban generosamente, con una tremenda frivolidad que ha llevado al sector a la actual situación. Y, también como todo el mundo sabe, para escabullirse de la presión fiscal muchísimas veces se escrituraban las fincas (viviendas fundamentalmente) a un precio inferior al que en realidad se había pagado por ellas, aportando el comprador el resto en efectivo, que se convertía en un ingreso "negro" para el vendedor.

Pero llegó la crisis, se esfumó el globo y empezó el declive. Los pisos empezaron a bajar de precio, llevando a muchas personas y familias (sobre todo a las que se habían hipotecado más allá de lo que podrían ser sus propios límites razonables) a situaciones angustiosas, desesperadas en algún caso. Y empezaron a verse rótulos de SE VENDE en multitud de ventanas y balcones, provocando la bajada de los precios en consonancia con el incremento de la oferta.

Hemos llegado a la situación actual. Y paradójicamente -esto le gustaría al profesor Rodríguez Braun si lo leyera, aunque seguro que lo sabe- la crisis está beneficiando de forma muy directa a la Hacienda Püblica, porque cuando se consigue vender un piso, lo cual ya es digno de mérito porque es poco menos que un beso en los morros de la diosa Fortuna, se ha llegado al caso de... escriturar un piso por un valor muy superior al suyo real de mercado.

Les pongo dos casos prácticos y totalmente reales, que ne conocido muy muy de cerca: un conocido mío tenía dos pisos en Córdoba, uno interior con 47 años de antigüedad, 55 m2 y tres dormitorios, y otro exterior con 32 años de antigüedad, 78 m2 útiles y tres dormitorios (obviamente más grandes que el otro), ambos con ascensor y en un barrio de clase media de la ciudad (Ciudad Jardín).

Pues bien, gracias a los buenos oficios de una inmobiliaria, que no voy a citar, ha conseguido vender los dos en el plazo de un mes. Pero ahí viene lo bueno. Vean las siguientes cifras:

PISO A (55 m2 útiles)
Precio de venta: 58.000 EUROS
Precio de escrituración: 94.500 EUROS
Precio que ingresado efectivamente en el momento de la venta: 51.000 euros (no exactos, pero ni 50.000 ni 52.000), al deducir todos los gastos generados por la compra. A estos 51.000 euros habrá que restarle, cuando llegue la próxima declaración del IRPF, el impuesto sobre el incremento patrimonial, que según los cálculos realizados serán unos 3.000 euros. Es decir, ese vendedor ha cobrado netos unos 48.000 euros por un piso cuyo precio de venta era 58.000 y que se escrituró en 94.500; ha cobrado, por tanto, apenas el 51% del precio de venta que figura en la escritura.

PISO B (78 m2 útiles)
Precio de venta: 89.000 EUROS
Precio de escrituración: 114.000 EUROS
Precio ingresado efectivamente al venderlo: 79.000 euros aproximadamente, tras las deducciones y gastos correspondientes. A esta cantidad habrá que restarle, dentro de unos meses, la consiguiente repercusión en el IRPF por incremento patrimonial, que será menor que el otro: unos 1.000 euros solamente, por lo que el ingreso real será de unos 78.000 euros, que representan en este caso algo menos del 68,5% del valor escriturado.

Es fácil adivinar que la causa de esta situación es el durísimo mercado hipotecario que se ha impuesto a raíz de la crisis: por un lado los bancos ahora no dan hipotecas con facilidad, y cuando las dan es sólo, como máximo, por el 80% del valor oficial de venta (en los tiempos del boom daban hasta el 120%) . Por tanto, el valor oficial de la venta (el que figura en las escrituras) tiene que aumentar en la proporción correspondiente para que el comprador pueda disponer del 100% del precio acordado con el vendedor, porque ya se ha terminado -o es una "rara avis" en vías de extinción- el comprador que, como se hacía en tiempos más normales, aportó una entrada del 25% o el 30% del precio de su vivienda y se hipotecó tan sólo por el resto.

El vendedor se he visto compelido a aceptar esta trampa y este gasto, porque tal y como está el mercado había dos opciones: o pasar por el aro y perder dinero, o no vender los pisos ahora, dejar pasar un poco de tiempo, esperar que los precios sigan bajando (seguirán bajando aún un año o dos por lo menos), y perder también dinero, seguramente más, en una venta futura.

Las consecuencias las paga, como ve, el vendedor, y las cobra -¡cómo no!- la Hacienda Pública, que está recaudando un exceso de dinero por un concepto que el contribuyente ni tiene ni ha tenido ni tendrá: está pagando por un dinero que nunca ha percibido Hacienda, pues, está cometiendo un tremendo fraude fiscal con muchísimos contribuyentes.

Supongo que la situación, que Hacienda conoce sin duda, estará haciendo gozar a los recaudadores. Espero, aunque tampoco me fío demasiado, que Hacienda no sancione a este vendedor... por haber pagado más de la cuenta, aunque puestos a sacar dinero, también podría hacerlo (y no quiero darle más ideas de las que ya tiene, por supuesto).


De modo que vean ustedes: a Hacienda le sienta bien la crisis, al menos por la circunstancia que acabo de exponer, que sin duda no es un caso aislado, ni muchísimo menos.

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