miércoles, 16 de noviembre de 2016

Tolerancia: la vista no ofende

Veo en Facebook un vídeo, que no voy a enlazar para no darle publicidad a los imbéciles, en el que un grupo de musulmanes, entre gritos, arrojan objetos sobre un árbol de Navidad antes de derribarlo.

Lógicamente el hecho ocurrió en una ciudad de esta vieja y decadente Europa, y habrá quien piense que, por tolerancia y respeto a los no cristianos, no se debería haber puesto, como -piensan los mismos- no se deberían poner belenes en las escuelas públicas (pero sí hacer el gilipollas con Halloween y similares).

Vamos a ver. Yo soy tolerante y quiero serlo, pero ¿qué es la tolerancia? Sea ésta lo que sea -y voy a dar la definición en breve- para que tenga sentido tiene que se recíproca, es decir, yo sólo puedo ser tolerante contigo, sólo estoy obligado a ser tolerante conmigo, si tú lo eres conmigo y en la misma medida. Si no, rompemos la baraja y nos damos licencia mutua para practicar actos de intolerancia.

La tolerancia no consiste en no matar al que no piensa como tú, que eso es obvio (y en esto ya difiero de algunos radicales musulmanes, como de algunos comunistas, nazis o fascistas, que viene a ser lo mismo), sino en ver como normal que el otro haga lo que considere oportuno en el ejercicio de su conciencia y de su libertad, en la misma medida -insisto- en que él vea normal que yo haga lo que considere oportuno en el ejercicio de mi conciencia y mi libertad, con el único límite en ambos casos del rechazo explícito al uso de la violencia.

Al parecer a los musulmanes, radicales o no, o al menos a esos musulmanes que vi en el vídeo, les molesta ver un árbol de Navidad en un centro comercial. Bien, ¿y qué? ¿justifica eso que lo ensucien y, finalmente, lo derriben? Yo también veo en los centros comerciales, a diario, muchas cosas que no me gustan. Y no sólo en los centros comerciales, sino en las calles, los cines, los programas de televisión, los autobuses, los periódicos y hasta en las confiterías... y no por eso la emprendo a voces ni a empujones ni a actos de violencia.

Veo niños desnutridos, veo mujeres explotadas u oprimidas (las víctimas de malos tratos o algunas de las que llevan el velo musulmán, por ejemplo), veo gente sin vergüenza ni pudor en jactarse de sus tropelías, veo analfabetos presentando programas de televisión de gran audiencia, veo animales maltratados por personas, veo personas maltratadas por personas que no maltratan a los animales... Veo tantas y tantas cosas que no me gustan, que si hiciera como los musulmanes que he visto en el citado vídeo estaría en la cárcel desde hace tiempo (aunque dudo de que esos energúmenos hayan sido siquiera detenidos o al menos multados).

Señores musulmanes (o cristianos, budistas o bahaistas), la vista no ofende, aunque es cierto que a veces se exponen a la vista cosas (fotos, personas, símbolos) con el objetivo primordial de provocar a quien las mira, pero si éste cae en la trampa y responde con la agresión o la violencia, el problema y el delito son suyos, no de quien exhibe. Si yo veo algo que no me gusta, o miro para otro lado o, si no puedo hacerlo, sencillamente me aguanto. He estado en varios países de mayoría musulmana (Jordania, Egipto, Túnez, Marruecos) y en ellos he visto cosas que no me gustan nada, pero nada de nada, que forman parte de su tradición, su cultura y su fe, y sin embargo no he montado un pollo.

Tolerancia es que quien quiera comer sólo alimentos halal lo haga sin limitación, pero también es tolerancia que a mí me dejen comer sin restricciones legales carne de cerdo. Tolerancia es que quien no quiera ir a una corrida de toros no vaya sin que nadie lo señale con el dedo, pero también que quien quiera ir pueda hacerlo sin ser acosado ni insultado (y lo dicho de los toros es extensible a cualquier otro espectáculo público). Tolerancia es que quien quiera bañarse con el burkini pueda hacerlo siempre y cuando permita que a su lado haya quien se bañe en topless -o incluso completamente desnudo o desnuda- sin que nadie de lo impida. Una mujer en burkini puede no gustarme, pero eso no me autoriza a impedir que ella haga lo que quiera: a ella o a su marido puede no gustarle tener en la sombrilla de al lado a una mujer en topless, pero serían intolerantes si le dijeran algo o, sencillamente, se fueran a otro sitio.

Yo creo que a todos se nos llena la boca con la palabra "tolerancia", pero a la hora de la verdad nos cuesta trabajo asumirla en la práctica hasta sus últimas consecuencias.

Charcutería vegetal y talibanismo gastronómico

Ayer estuve en Mercadona y vi algo que me hizo pensar.
En la sección de charcutería (no en la de frutas y verduras) vi que exponían un preparado artificial, totalmente artificial, con apariencia de chopped, pero que no era chopped: era un embutido vegano compuesto en exclusiva por componentes de origen vegetal.
Compré el formato más pequeño de la cosa y al llegar a casa lo probé: tenía la misma forma (cilíndrica) que un embutido cárnico normal; el producto tenía el mismo color rosa pálido, la misma consistencia y el mismo sabor que un chopped light de los que últimamente abundan en el mercado.
La pregunta es: ¿tanto añoran los vegetarianos y/o veganos los productos cárnicos, tan sabrosos y saludables ellos, como para imitarlos en su forma externa? ¿tienen que darle forma cárnica a sus alimentos exclusivamente vegetales para hacerlos atractivos a la vista, el tacto y el paladar?
Yo soy omnívoro, es decir, como carne, pescado, fruta y verdura cada vez que quiero sin tratar de justificarme: no descarto nada que tenga buen sabor y me aporte vitaminas o proteínas. Y seré omnívoro mientras un médico no me obligue -con buenas razones en defensa de mi salud- a renunciar a alguno de los alimentos que acabo de mencionar.
Es más: el complejo lo padecen (quizá por su alimentación incompleta) los vegetarianos y/o veganos, no yo. A mí nunca se me ocurrirá pedir en Mercadona o en un restaurante un chuletón de ternera que tenga el aspecto, el color, la textura y el sabor de las acelgas, ¡Dios me libre! Yo, si quiero un chuletón de ternera, quiero que tenga aspecto de... chuletón de ternera.
Si los vegetarianos y/o veganos -talibanes de la alimentación, fundamentalistas de la mesa- apetecen o comen alimentos vegetales con aspecto, color y sabor de cárnicos son ellos los que tienen que dar explicaciones. Yo, desde luego, seguiré comiendo de todo.
En realidad me dan pena, porque su opción no ha sido adoptada nunca por razones sanitarias objetivas (cualquier médico en su sano juicio dice que hay que comer de todo, que eso significa dieta equilibrada"). Es por motivos ideólogicos o, peor aún, puramente sentimentales.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Políticos y millonarios: una reflexión

En USA, Donald Trump ha sido multimillonario antes de meterse en política y sin cobrar más dinero público que los impuestos que ha dejado de pagar. Pero sin duda no se ha metido en política para ganar dinero.

En España, muertos de hambre sin currículum previo se meten en política y se hacen millonarios (en la Administración central o autonómica), o en el mejor de los casos ven la política como una forma de vivir mejor que antes (en todos los Ayuntamientos, sobre todo de pueblos pequeños, hay ejemplos a patadas de personajes de este tipo).

Es evidente que, puestos a elegir, prefiero un millonario metido en política antes que alguien que se mete en política para ganar dinero (aunque sólo sea para ganar más que antes de estar en la política). Eso no quiere decir que comulgue con la ideología de Trump, que conste.

Siempre he pensado que un político no debería ganar por su cargo ni un euro más ni un euro menos de los que ganaba en su ejercicio profesional anterior; pienso que sería la única forma de asegurar que no se han metido en política para ganar dinero (ni para perderlo) y de que no hubiera ricos que se metieran en política para ser más ricos.

Que conste, lo dicho no tiene nada que ver con la corrupción, me refiero exclusivamente a los ingresos legales y legítimos por el desempeño de un cargo público. Si hablamos de corrupción, y parafraseando a Pablo Iglesias, todos somos corruptos potenciales; añado. además, que no hay vacuna ideológica contra la corrupción, porque hay o puede haber corruptos en todo el arco político (y el que diga lo contrario miente).

Pero vamos al tema que me ha hecho escribir estas líneas: ¿qué es preferible, llegar rico a la política o hacerse rico en la política sin haberlo sido antes?

viernes, 4 de noviembre de 2016

Sobre la salida de Jesús del Gran Poder

Ayer estuve en Sevilla viendo la salida y el traslado de la imagen de Jesús del Gran Poder desde su basílica a la Catedral.
Después de ver lo que vi, no voy a hacer una reflexión cofrade ni religiosa, sólo cuantitativa.
Me hace gracia cuando, tras una manifestación sindical o de protesta, hay la clásica batalla de cifras entre organización y policía o viceversa.
¿Cuánta gente había ayer en las calles de Sevilla viendo al Gran Poder? No lo sé ni me importa: sí sé que, sin duda, mucha más gente, muchísima más, que en las manifestaciones sindicales o laborales o políticas en las que se grita, se insulta, se desprecia y -si la ocasión lo requiere- se destroza mobiliario urbano, cajeros automáticos o escaparates de bancos o franquicias, o se queman contenedores de basura.
Porque el Gran Poder se manifiesta desde el silencio, sólo en ese silencio es posible comprender, mejor, intuir, de qué se trata, qué misteriosa fibra se mueve en miles de personas para ir a ver... una escultura de hace casi cuatro siglos, vestida con una túnica de terciopelo liso y alumbrada por cuatro faroles hexagonales.
Ayer no hubo gritos, ni insultos, ni desprecios, ni destrozos. No hubo mareas verdes, ni blancas ni azules ni rojas ni moradas.
Hubo gente en silencio viendo pasar en Gran Poder. Sólo eso. Algunos -es mi caso- esperaron a pie quieto casi dos horas para verlo pasar durante cinco minutos, y a fe que dieron -doy- ese tiempo por bien empleado.
Para pensarlo. También la jerarquía eclesiástica.