Curioso. El único partido que va a salir menos contaminado de los pactos postelectorales, porque irremediablemente los habrá, va a ser el PP. Curioso realmente, y el favor se lo han hecho los tres partidos (PSOE, C’s y Podemos) que presumiblemente van a ocupar las posiciones segunda, tercera y cuarta en los comicios, aunque no necesariamente en el orden en que las acabo de poner.
¿Por qué digo que sólo el PP va a salir incólume? Porque si gana en escaños, sólo pueden pasar dos cosas:
1. Para gobernar si gana, el PP tendrá que aliarse con alguien, presumiblemente C’s (sea éste el segundo, el tercero o el cuarto), aunque a mí no me resultaría repugnante un pacto a la alemana entre PP y PSOE si los socialistas españoles tuvieran la dignidad, la claridad y de ideas y el sentido de la democracia y del Estado que tienen sus homólogos alemanes o el patriotismo y la unidad de sus correligionaros franceses. Un pacto PP-C’s supondría, sin duda, algunas renuncias y concesiones por parte de los populares, pero también de los naranjas; el alcance de estas concesiones no está determinado, y dependerá del número final de escaños, pero sin duda algo de erosión habrá de producirse en los programas electorales respectivos. Si se abre este escenario y el PP, con o sin Rajoy a la cabeza, gobierna otros cuatro años, la experiencia nos dice que es evidente que en estos casos quien sale ganando es el grande, o sea, en este caso, el PP. Bastan tres ejemplos: en 2000, Aznar, que había llegado al poder en 1996 sin mayoría absoluta, tuvo que hacer grandes concesiones a los nacionalistas para vivir en La Moncloa, y cuatro años después arrasó con una mayoría absoluta incontestable; un año antes, en 1999, los seis concejales del PSOE en Córdoba capital apoyaron a Rosa Aguilar como alcaldesa de IU (los comunistas tenían once) para desbancar al popular Rafael Merino, que aunque había subido en dos concejales y tenía catorce se quedó a uno de la mayoría absoluta. ¿Qué pasó en 2003? Que doña Rosa, muy en su papel, devoró a sus mariachis del PSOE dejando los seis de 1999 en cuatro, cifra que se ha mantenido durante tres legislaturas (y encima el PSOE la hizo consejera, ministra y ahora otra vez consejera, en un curioso caso de favorecer a quien machacó a los del puño y la rosa cuando no eran de su cuerda). El tercer ejemplo es de libro: se trata de cómo el PSOE ha fagocitado ‒hasta hacerlo desaparecer‒ al histórico PA a base de la inteligente estrategia de darle carguillos, consejerías y otras prebendas a los andalucistas cada vez que han necesitado su apoyo para cuadrar matemáticamente en la Junta, Ayuntamientos o Diputaciones (y calmado la agobiante sed de poder que tenían los de Rojas Marcos y Pacheco).
En resumen, en una coalición de gobierno entre dos partidos de desigual representación, el pez grande se come al chico. Como casi siempre en esta vida, por supuesto.
2. Si gana el PP y C’s no llega a un acuerdo de gobierno con los populares (e incluso si no gana el PP), la única salida sería un Gobierno a tres bandas (siempre que los resultados reales se aproximen a lo que vaticinan las encuestas). El único denominador común de este Gobierno sería el odio al PP, en una reedición con coletas y sonrisas del malhumorado Pacto del Tinell, cuyos resultados ya conocemos a medio plazo (una victoria arrasadora del PP en 2011).
Pero, ¿de verdad es posible un Gobierno con tres partidos como el PSOE, C’s y Podemos? Si llega a ser posible y real, queda en evidencia que los tres han mentido al electorado en la campaña. Porque, seamos serios, no parece que las propuestas económicas de Rivera se parezcan mucho a las de Pablo Iglesias, ni el sentido de la unidad de España, sin cesiones a los nacionalismos y menos a los separatismos, que tiene Ciudadanos encaje bien con los innumerables apaños del PSOE, que como se ha visto es capaz de juntarse con separatistas, etarras, perroflautas y antisistema con tal de impedir que gobierne el PP (véase lo ocurrido en Ayuntamientos como los de Cádiz y Madrid, y esperen cuatro años a ver qué queda del PSOE en esos Consistorios).
Si, como digo, llegara a materializarse ese gobierno a tres con PSOE, C’s y Podemos (aunque no necesariamente en ese orden), está claro que viviremos una legislatura entretenida para periodistas, tertulianos y columnistas varios, pero la ciudadanía real estará asistiendo a un esperpento que Valle-Inclán hubiera sido incapaz de imaginar: un esperpento de incertidumbre, una auténtica merienda de negros en el banco azul, que el PP vería desde fuera, sufriendo como el resto de los ciudadanos pero sin mancharse de las excrecencias que indudablemente tal batiburrillo generará. Y eso sí, en unas condiciones así es absolutamente imposible que la legislatura dure cuatro años enteros: habrá que darse con un canto en los dientes si dura veinticuatro meses. Con ello se habrá manifestado una de las ventajas de acabar con el bipartidismo: una vida política a la italiana, con la inestabilidad institucionalizada, atomización del Parlamento y elecciones cada dos por tres.
En resumen, si el PP gobierna con apoyo externo tras las elecciones del 20-D la probabilidad de que el apoyador resulte menguado en los siguientes comicios es muy elevada: la experiencia lo avala. Y si no gobierna el PP, el tripartito que se forme sería un estrepitoso fracaso no por lo que hicieran los populares en la oposición, sino por las zancadillas internas que empezarían a producirse entre los tres socios. Porque también aquí tenemos experiencia: en lo que llevamos de democracia (más años que el franquismo ya), los experimentos de tripartitos (Cataluña) o polipartitos (¿alguien recuerda el pentapartido que malgobernó en Baleares hace un par de legislaturas?) demuestran que siempre acaban en fracasos estrepitosos.
Finalmente unas observaciones. Si los resultados electorales se aproximan a lo que dicen las encuestas, el escenario político de España será inédito desde la muerte del dictador, con los siguientes rasgos destacados:
1. Desaparición en la práctica del PCE y sus herederos formales. Aunque IU había abandonado la posición sensata y democrática de los primeros años del PCE en la democracia (que quedó atrás con la canonización de Anguita en la secretaría general), ahora Garzón tendrá el dudoso honor de ser el responsable de su certificado de defunción.
2. Pérdida absoluta de capacidad decisoria de los partidos nacionalistas, y no ya por el harakiri que algunos de ellos (fundamentalmente CiU) han practicado sobre sí mismos en el altar del independentismo. El PNV seguirá con su representación habitual, más o menos, pero no podrá decidir ni chantajear al Gobierno central (y con ETA silenciada, que no muerta, menos aún).
3. Preocupante desmembración del PSOE. Con la representación que se le vaticina, y con independencia de que gobierne o no, el PSOE va a obtener la más baja representación parlamentaria desde el restablecimiento de la democracia. Los socialistas tendrían que hacérselo mirar, aunque si gobiernan sabrán disfrazar su fracaso ‒son habilísimos para eso‒ con los logros que obtengan en el Gobierno, por pírricos que éstos sean.
4. Ascensión contundente y preocupante de la extrema izquierda antisistema (fundamentalmente por la citada desmembración y pérdida del sentido de Estado por parte del PSOE). Aunque Podemos ha suavizado mucho el lenguaje en los últimos meses, o precisamente por ello, aún no están claras sus verdaderas intenciones y su ideología real. Presumiblemente no tienen pinta de hallarse a gusto en una democracia como la nuestra, al menos a mí me lo parece. Y prefiero no esperar a que estén en el Gobierno para comprobarlo.
5. Renacimiento con C’s de un partido de centro. Desde 1982, España necesitaba un partido de centro, quizá no tan grande como la UCD pero sí con una capacidad suficiente para arbitrar y dialogar a dos frentes. Sé que hay quien dice ‒el PSOE principalmente‒ que Ciudadanos es la nueva derecha, pero también se les acusa desde el PP de ser una izquierda renovada (algunas propuestas naranjas avalan esta idea). Pues si a un partido los de izquierda los acusan de ser derecha, y los de derecha de ser izquierda… es porque es de centro. Verán como nadie acusa a Podemos, por ejemplo, de ser de derechas.
6. A diferencia de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno, la extrema derecha radical (tipo Le Pen) sigue sin tener representación en España. Es tranquilizador, aunque si Falange, por ejemplo, sacara 25 o 30 diputados la situación sería muy preocupante… pero no más, al menos para mí, que una representación similar de Podemos o cualquier partido como la CUP, Ganemos o cualquier otra marca blanca del populismo. Eso sí, un Parlamento con veinte o treinta radicales de Podemos y otros tantos falangistas sería una emergencia nacional.
Es todo, señorías.
Tras el 20D las cosas quedarán así:
ResponderEliminar1.- Ganará el P.P., pero sin mayoría absoluta.
2.- Da igual que el segundo sea PSOE o CIUDADANOS.
3.- Rivera ya ha dicho, por activa y por pasiva, que no apoyará a Rajoy.
4.- Para conseguir el voto de Ciudadanos y que Rivera no tenga que desdecirse, Rajoy cederá la Presidencia a Soraya.
5.- También podría ocurrir lo que en Andalucía.
(P.D. EL MIEDO GUARDA LA VIÑA Y MEJOR LO MALO CONOCIDO QUE LO BUENO POR CONOCER Y "VIRGENCITA, VIRGENCITA, QUE ME QUEDE COMO ESTOY" y "ÉSTOS YA HAN ROBADO BASTANTE, ASÌ QUE PUEDE SER QUE DEJEN DE ROBAR PORQUE SI ENTRAN OTROS QUERRÁN, TAMBIÉN, ROBAR Y...
(P.D. 2) ME GUSTARÍA VER A PODEMOS EN LA MONCLOA PARA COMPROBAR QUIÉN VA SER BÀRCENAS, QUIÉN RATO, QUIEN BLESA, QUIEN GRANADOS, QUIEN...