Día de Andalucía. Se conmemora el 31º aniversario del referéndum en el que los andaluces decidimos qué tipo de autonomía queríamos.
Yo fui a votar con entusiasmo, pensando que esa autonomía nos iba a traer un futuro mejor.
Voté por la mañana muy temprano, luego cogí el coche y me fui, con la que entonces era mi novia y ahora mi mujer, y con mi suegra y mis dos cuñados (cinco personas en total) camino de Belalcázar, con el fin de poder añadir cuatro votos más al sí de Andalucía.
Llegamos y votamos sin novedad.
Al volver, tuvimos un accidente de coche, el vehículo con sus cinco ocupantes quedó con las ruedas hacia arriba y los que íbamos dentro salvamos la vida de milagro.
Hoy, tres décadas y un año después, contemplo esos recuerdos con rabia: si hubiera sabido que esa autonomía por la que luchamos todos los andaluces ha sido sola y exclusivamente un pesebre de corrupción para el PSOE, que no ha conseguido sacarnos de los puestos de cabeza en el paro y de los de cola en bienestar y en renta per cápita, no me hubiera jugado el pellejo como me lo jugué.
Esos son mis recuerdos del 28 de febrero, y así los evoco ahora, 31 años después.
Recuerda el dicho gitano, "que no quieren ver a sus hijos con buenos principios", lo importante es lo que sigue y, sobre todo, el final.
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